sábado, 18 de octubre de 2014

Anibal Acevedo Vila : Reflexiones de un Estadolibrista


(Comienza el Escrito)



"Expresiones del Gobernador Acevedo Vilá en la presentación del libro "Puerto Rico: política exterior sin estado soberano 1946-1964" de la profesora Evelyn Vélez, ofrecido el 16 de octubre de 2014 en el Colegio de Abogados de Puerto Rico



Reflexiones de un estadolibrista


Introducción
 
Agradezco a la profesora e investigadora Evelyn Vélez por invitarme a presentar su libro, "Puerto Rico: política exterior sin estado soberano 1946-1964", junto al Lcdo. Alejandro Torres Rivera, vicepresidente del Colegio de Abogados y confío en que el amigo Noel Colón Martínez, quien se esperaba que estuviera con nosotros esta noche, se recupere pronto del chicungunya.

Luego de leerlo detenidamente, lo primero que hice fue contestarme, por qué y para qué se me invitó esta noche. A riesgo de equivocarme, llegué a la conclusión de que se me invitó en mi rol de exgobernador, por las posiciones que he asumido dentro del Partido Popular Democrático y por mi compromiso -como estadolibrista- con el desarrollo de un Estado Libre Asociado soberano. No aspiro a que estén de acuerdo o en desacuerdo con mis comentarios, pero sí a fomentar la discusión seria que esta publicación genera.

Este libro está fundamentado en una investigación profunda en y fuera de Puerto Rico que le tuvo que haber tomado mucho tiempo a la autora. He ahí una de las primeras aportaciones de este escrito, al exponer documentos e información sobre el tema y el periodo analizado que no eran de dominio público. Por otro lado, aunque la autora abunda sobre unos temas que generan grandes pasiones en la discusión política puertorriqueña, lo hace con gran aplomo, evitando juicios moralistas y en la mayoría de las circunstancias, dejando que el lector llegue a sus propias conclusiones. Y cuando asume posiciones, lo hace fundamentada en los hechos y los documentos estudiados. Por eso se atreve a decir, categóricamente:

"La noción del estado soberano como único actor que cuenta con personalidad jurídica para tener relaciones con otros estados, no se ajusta del todo a nuestro proceso histórico. Somos una nación sin estado soberano que llegó a desarrollar una política exterior" (a la pág. 24).

Y al emitir juicios valorativos sobre los actores políticos y gubernamentales del periodo examinado, sin aprobar todas sus acciones pero tampoco desaprobando todo lo que hicieron, puede concluir, justamente, que "estas relaciones exteriores, en gran medida secretas, afirman la visión de mundo de la élite muñocista del gobierno de Puerto Rico, que respondía a sus propios intereses y orientaciones políticas, no a la política exterior estadounidense" (a la pág. 32).

En conclusión, puedo resumir mis reacciones y conclusiones sobre el libro con tres palabras: sorpresa, admiración y reto. Reflexiones de un estadolibrista


Sorpresa

El libro me causó sorpresa desde su título. El título no es una pregunta ni una invitación a un argumento. Es, claramente, una afirmación de que bajo la hegemonía del Partido Popular Democrático y de Luis Muñoz Marín, Puerto Rico tuvo una política exterior.

Aunque en diversos momentos había leído y estudiado sobre algunos aspectos de los presentados en el libro, particularmente, sobre la fuerza de la figura de Muñoz Marín en los círculos de poder de Washington D.C., y en algunas capitales de centro y sur América, nunca había tenido en mis manos un trabajo tan completo.

El libro documenta varias instancias donde se palpa, claramente, el rol internacional de Puerto Rico en su carácter de Estado Libre Asociado, al igual que el del Partido Popular y el de figuras cómo Muñoz y Arturo Morales Carrión.

 
Me resultó sorprendente el rol, en lo que fue inicialmente la Comisión del Caribe y que luego del establecimiento del ELA, se transformó a petición de Puerto Rico en la Organización del Caribe, en 1961, con nuestra participación plena y sin la de Estados Unidos.

Igual de sorprendente me resultó la capacidad del liderato puertorriqueño de insertarse en las políticas institucionales norteamericanas para ponerlas al servicio de Puerto Rico. Ejemplo de esto fue la utilización de la isla, a iniciativa del gobierno de Puerto Rico, como centro de adiestramiento bajo el programa Punto Cuarto del presidente Eisenhower, que luego se transformó en uno de adiestramiento internacional con sede en nuestro Departamento de Estado. Ese juego y entre-juego con la política exterior de Estados Unidos le permitió a Muñoz y a su equipo ser fichas internacionales para adelantar las posiciones de Washington en algunos momentos, ser intermediarios genuinos entre Estados Unidos y algunos actores internacionales de América latina y asumir posiciones distintas a las posturas oficiales del gobierno de Estados Unidos.

En este elemento de sorpresa hay dos incidentes revelados por la profesora Vélez, que aunque parecerían acercarse al género de novela detectivesca, son prueba de la injerencia real de Muñoz en los asuntos internacionales de la región.

El primero, cuando el propio Muñoz hizo gestiones para asegurarse de que al expresidente de Venezuela, Rómulo Betancourt, exiliado en Puerto Rico pero que durante un periodo estuvo en Nueva York, se le proveyera una licencia de portación de armas para defenderse ante la posibilidad de un atentado terrorista. Esta acción denota dos cosas: el interés genuino de Muñoz de proteger a Betancourt y su juicio valorativo de que estando en Puerto Rico estaría protegido, pero no en Nueva York.

Más sorprendente es la revelación de lo que se conoció como 'Operación Estudiante', mediante la cual el gobierno de Puerto Rico infiltró un espía en una organización pro Rafael Leonidas Trujillo que operaba en Nueva York, para ayudar a derrocar su régimen dictatorial en República Dominicana.
 

Admiración 

Al leer el libro uno pasa de la sorpresa a la admiración. Como estadolibrista, tengo que admitir que su lectura me hizo sentir muy orgulloso de los líderes que formaron el partido al que pertenezco y la corriente ideológica que forjaron.

Bajo el liderato de Arturo Morales Carrión como subsecretario de Estado a cargo de los asuntos internacionales, se estableció por primera vez una estrategia clara con estructura para lograr esa internacionalización. En lugar de poner a Puerto Rico al servicio de la política internacional estadounidense, Muñoz y Morales Carrión, en ocasiones, lograron lo contrario, poner la política internacional de Estados Unidos al servicio de los intereses de Puerto Rico. La autora lo resume con un ejemplo de la siguiente manera: 

"El Punto Cuarto fue marginal dentro de la política exterior de los estadounidenses, pero fundamental para la élite del Partido Popular en su intento de internacionalizar a Puerto Rico".

En el otro lado de la moneda, ver las posiciones claras de ese liderato puertorriqueño en contra de las tiranías en nuestros países hermanos, independientemente, de que estas fuesen respaldadas por Estados Unidos, también es motivo de orgullo y admiración. El activismo de Muñoz en contra de Trujillo, Somoza y otros fue más allá de la retórica y no hay duda de que en ocasiones incomodó a actores de la política norteamericana. 'Operación Estudiante' es un ejemplo claro del arrojo de Muñoz contra esos dictadores.

Como popular me enorgullece ver cómo en un momento dado mi partido se mencionaba y se equiparaba a importantes partidos de la izquierda democrática de América.

Siempre había escuchado sobre la amistad entre Muñoz, Pepe Figueres de Costa Rica y Rómulo Betancourt de Venezuela. Pero lo que no había visto, y se revela en este libro, es el detalle y el entretejido político y personal de Muñoz con estos líderes. Muñoz y Puerto Rico fueron sus intermediarios, interlocutores, protectores, negociadores y vice versa.

Ver cómo en 1953, durante la primera encarcelación de Pedro Albizu Campos, Muñoz -que ya había tomado la decisión de indultarlo- logra que el presidente Figueres le solicite a él mediante carta que interceda para su excarcelación como una estrategia para elevar este tema a nivel internacional antes de indultarlo, comprueba el liderato internacional de Muñoz y la profundidad de la relación Muñoz-Figueres. Para mí, esto es independiente de los juicios históricos que puedan hacerse de la relación Albizu-Muñoz. Ver a Muñoz jugándosela para recibir aquí a Betancourt en el exilio es digno de admirar a pesar de las contradicciones que eso le causaba a la política internacional de Estados Unidos.
 
Igualmente, llama la atención el intento de Muñoz de ser mediador a favor de los valores y las posturas de la revolución cubana en sus inicios, a pesar de las posturas anti Castro de importantes sectores del gobierno de Estados Unidos.

 
Y aunque sé que puede ser controvertible para algunos sectores, para mí es digno de admirar cómo Muñoz usó su liderato en América Latina, particularmente, su relación de amistad con Figueres, para lograr que la ONU aprobara la Resolución 748(VIII) de 1953, validando la legitimidad internacional del ELA. Repito que más allá de los juicios valorativos, es sorprendente y admirable que esa resolución, no se aprobó solamente por la presión y el poderío de Estados Unidos, sino por la tenacidad y el prestigio de la figura de Muñoz en las Américas.
 

Retos 

No obstante, como un estadolibrista que sabe que la agenda del ELA está inconclusa, lo más importante de la lectura de este libro, para mí, es los retos silenciosos que la autora nos lanza. No hay dudas de que los líderes y gobernantes del Partido Popular luego de Muñoz, a diferencia de los del Partido Nuevo Progresista, hemos hecho intentos de ampliar el marco de acción internacional de Puerto Rico. Recordemos, por ejemplo, los intentos del gobernador Hernández Colón de lograr un acuerdo contributivo con Japón y para la inserción de su proyecto de Plantas Gemelas como parte de la Iniciativa para el Desarrollo de la Cuenca del Caribe. Tampoco se puede ignorar la comparecencia de Hernández Colón ante la ONU en 1978 a nombre del Partido Popular Democrático. 

En los momentos que me ha tocado dirigir al PPD, también asumí la actitud de tratar de ampliar nuestro marco de acción internacional. En 1997, siendo presidente del PPD, acudí ante el Comité de los 24 de las Naciones Unidas, en representación de mi partido, siendo esta la primera vez luego de la comparecencia de Hernández Colón en 1978. Y luego, como gobernador y presidente del PPD en el 2008, comparecí nuevamente, siendo esa la única vez que un gobernador popular ha acudido ante dicho foro internacional.

Siendo gobernador, llevé a cabo una serie de gestiones sobre las que se conoce muy poco para tratar de lograr un acuerdo para comprar petróleo más barato a Venezuela. No olvidemos que fue durante mi cuatrienio que el precio del petróleo se disparó y ello comenzó a encarecer todas nuestras actividades económicas. El 20 de octubre de 2005 me reuní en La Fortaleza con el embajador de Venezuela en Estados Unidos, Bernardo Álvarez, para formalizar un acuerdo que nos permitiera adquirir combustible a precios de descuento. Esa reunión ocurrió luego de que la semana antes funcionarios de la Autoridad de Energía Eléctrica y el entonces secretario del DACO y hoy gobernador, Alejandro García Padilla, se reunieran en Venezuela con funcionarios de Petróleos de Venezuela (PDVSA). Desde el punto de vista legal, teníamos todos los análisis que nos permitían llegar a acuerdos vía los poderes de la AEE y/o de las leyes que administraba el DACO y poco después de esa reunión llegó una barcaza con combustible comprado con ciertos descuentos, pero más adelante Venezuela no mostró interés ni hizo ofertas adicionales.

Para el 16 de junio de 2008, todavía mantenía mi empeño de comprar combustible a más barato a Venezuela y para ello se organizó una cena privada en Nueva York con el embajador de Venezuela ante la ONU, Jorge Valero. El funcionario se comprometió a volver a explorar la posibilidad de que la AEE o DACO llegaran a un acuerdo con PDVSA y en julio de ese año, el secretario de Estado, Fernando Bonilla, y el secretario de DACO, Víctor Suárez (hoy secretario de la Gobernación), fueron invitados como observadores a participar en una reunión de Petrocaribe a nombre de Puerto Rico. Lamentablemente, Puerto Rico nunca recibió una oferta concreta de Venezuela y pocos meses después, como todos sabemos, el PNP ganó las elecciones.

También en el tema energético, hicimos gestiones con Colombia para explorar la posibilidad de construir un cable submarino que permitiera transmitir energía desde ese país hasta Puerto Rico y de aquí hacia el resto del Caribe, a precios más competitivos de lo que nos cuesta a nosotros producirla. Esas gestiones estuvieron a cargo de Fernando Bonilla y se alcanzó un acuerdo preliminar mediante el cual Colombia estaba dispuesta a desarrollar los estudios de viabilidad que se necesitaban. Desafortunadamente, fue otra gestión a la que la administración del PNP no le dio valor ni seguimiento.

Ahora estamos viendo al gobernador García Padilla, por vía de su Secretario de Estado, David Bernier, llevar a cabo nuevos intentos de establecer una política más coherente sobre la presencia internacional de Puerto Rico, incluyendo el ámbito educativo en las relaciones internacionales.

Hoy los escenarios son muy diferentes a los de Muñoz. No hay Guerra Fría. El Caribe y América latina gozan de mayor estabilidad política y económica y no son amenaza ni prioridad real para los Estados Unidos, con la excepción del tema de inmigración. Pero contrario al periodo estudiado en este libro, hoy, la legitimidad jurídica, política y económica del ELA de 1952 está cuestionada en Estados Unidos, a nivel internacional y también en casa.

Por eso, aprendiendo de la experiencia de Muñoz, nuestra participación internacional tiene que ser en función de nuestro presente. Desde esa perspectiva, propongo dos caminos paralelos: primero, las gestiones del gobierno de Puerto Rico deben estar concentradas, fundamentalmente, en los temas económicos. Hay que buscar y negociar arreglos económicos con otros países que sean beneficiosos para Puerto Rico, que no representen amenaza para Estados Unidos y que permitan ampliar nuestra presencia internacional. Y mi posición es que hay que hacerlo ahora, con los poderes y limitaciones que tenemos. De seguro en algún momento va a surgir un conflicto con Washington, pero si la agenda de Puerto Rico es económica y lo que se logra es beneficioso para los residentes de la isla, a Estados Unidos se le va a hacer muy difícil vetarlo, porque a la larga, el crecimiento económico de Puerto Rico es beneficioso para nuestro socio del norte. ¿Qué habría pasado si hubiera logrado el acuerdo con Venezuela para comprarle combustible a mejor precio? ¿Estados Unidos se podría oponer cuando ellos le compran millones de dólares en petróleo a Venezuela sin descuento? Yo digo que vale la pena que nos hagamos esas preguntas.

Segundo, la experiencia de Muñoz nos debe servir para adelantar la agenda de transformar nuestra status hacia un Estado Libre Asociado soberano. Como evidencia de ello, la profesora Vélez destaca en su libro la Resolución 748(VIII) a la que hice referencia antes y para cuya aprobación Muñoz fue clave. Hoy, el escenario debemos usarlo a la inversa y para explicarme, voy a abundar sobre las dos ocasiones en que acudí ante la ONU, porque creo que ahí están las bases de lo que debe ser nuestra agenda futura.

En 1997, estando Rosselló en su apogeo luego de su reelección, parecía que el proyecto Young de estadidad se iba a aprobar en el Congreso. Yo, recién me iniciaba como presidente del PPD y para el verano de ese año recibí información de que los estadistas, con el apoyo del PIP, iban a intentar validar en la ONU el proyecto Young como un mecanismo verdadero de autodeterminación. Por esa razón, decidí comparecer, para intentar pararlos.

Hernández Colón se comunicó con el entonces presidente de Venezuela, Rafael Caldera, para que nos ayudara en el esfuerzo de detener ese intento y en su lugar, aprobar una resolución que fuera aceptable para nosotros. Paralelamente, me puse en contacto con el embajador de Venezuela ante ONU, quien me dejó saber sobre su disponibilidad para ayudarnos. En el plano local, antes de partir a Nueva York, me reuní con Juan Mari Bras en Mayagüez y conversé con otros líderes independentistas no pipiolos, que coincidían con mi repudio al proyecto Young. El objetivo era detener cualquier intento de que se aprobara una resolución que legitimara ese proyecto y que se usara esa coyuntura para exigir de Estados Unidos que, como mínimo, respetara los compromisos que contrajo en 1953.

Recuerdo que llegué a Nueva York con un lenguaje pre acordado con los sectores independentistas con los que había dialogado y que era aceptable para Venezuela. Durante dos días visité todas las misionas latinoamericanas que formaban parte del Comité de los 24 junto al senador Eduardo Bhatia. El ambiente para nuestra propuesta era favorable. Solo había dos interrogantes: qué iba a hacer el PIP y qué iba a hacer la representación de Cuba.

Al final de la sesión, Cuba decidió respaldar lo que fuese de consenso entre los puertorriqueños no anexionistas, siempre que el PIP no se opusiera mientras la posición de Venezuela fue no respaldar nada que no tuviese el apoyo del Partido Popular. Por primera vez desde 1978, el PPD lograba un rol internacional, concediéndonos de facto el poder de veto. El resultado final y predecible fue el tranque. No se aprobó lo que propusimos, pero tampoco se aprobó una resolución que validara el Proyecto Young.

Once años después, el 9 de junio de 2008, fui nuevamente a la ONU, como gobernador del Estado Libre Asociado. Lo hice en el contexto de los informes de status emitidos por la Casa Blanca del presidente George W. Bush, que negaban toda legitimidad al ELA y, en términos prácticos, renegaban las posiciones de Estados Unidos relativas a Puerto Rico ante la ONU. Lo que en 1997 era un proyecto de ley de un congresista, en el 2008 era la posición de la Rama Ejecutiva de Estados Unidos. En mi comparecencia hice dos solicitudes al Comité de los 24, que hoy nos deben servir de guía para una estrategia futura:

Que el Comité le hiciera un requerimiento formal al gobierno de Estados Unidos para que explique las "crasas inconsistencias entre sus posturas en la década de los 50 y sus posturas actuales en torno al ELA."

Que el Comité solicitara formalmente que la "Asamblea General incluya en su agenda el caso de Puerto Rico".

Aunque el caso de Puerto Rico todavía no ha regresado a la Asamblea General de la ONU, quiero hoy, por primera vez, compartir públicamente cuan cerca estuvimos de subir un escalafón en la discusión internacional de este tema. En mi visita a la ONU en junio de 2008, me reuní con el entonces presidente de la Asamblea General, Miguel d´Escoto Brockman. En ese encuentro él hizo el compromiso de tomar alguna iniciativa sobre Puerto Rico durante su mandato, que terminaba el año siguiente.

Luego de perder las elecciones, en abril de 2009, recibí una comunicación en la que se me indicaba que d´Escoto Brockman me estaba invitando a participar en un diálogo temático interactivo el 9 de junio de 2009. Se trataba de una actividad de la Asamblea General de la ONU aunque no iba a ser una sesión ordinaria. El tema era Puerto Rico y además de invitarme, se estaba invitando a Mari Bras y al dirigente sindical Dennis Rivera. Lamentablemente, poco tiempo después, el evento fue pospuesto y, eventualmente, cancelado cuando d´Escoto Brockman terminó su mandato como presidente de la Asamblea General.

De manera que hoy estamos, fundamentalmente, en el mismo sitio, o quizás hasta hemos retrocedido. El informe sobre status del presidente Obama, aunque reniega del lenguaje ofensivo del informe Bush, se reafirma en las posturas del Proyecto Young y consigna que el ELA sigue sujeto a los poderes plenarios de la Constitución de Estados Unidos y del Congreso. La realidad es que a pesar del optimismo que hoy tienen algunos, el status de Puerto Rico no es prioridad para nadie en Washington ni hay compromisos serios para atenderlo.

Uno de los mayores retos que tenemos es cómo llamar la atención de Estados Unidos hacia nuestros reclamos, más allá de propuestas plebiscitarias que no tienen fuerza procesal ni contenido sustantivo. Si queremos lograr un ELA soberano, con los poderes económicos y políticos para mejorar la calidad de vida de los puertorriqueños, no podemos darnos el lujo de que Estados Unidos entienda, que al igual que en 1952, puede decirnos una cosa hoy, otra a la comunidad internacional, y mañana volver a cambiar. Si la posición oficial de Estados Unidos hoy es que seguimos bajo los poderes plenarios de la Cláusula Territorial, pues la comunidad internacional tiene que ser parte de la ecuación y los estadolibristas tenemos que ser protagonistas del proceso.

Muñoz pudo ejercer ese liderato internacional, más allá de sus dotes personales, por dos razones: tenía una historia que contar y tenía los votos para respaldarla. Los cambios de posición de Estados Unidos sobre el ELA y la crisis económica estructural que tenemos, nos dan a los estadolibristas hoy una historia que contar. Nuestras aspiraciones de futuro tienen fuerza de votos, tienen sentido económico y no hay razón por la cual, al igual que en 1953, no obtengan apoyo internacional. Que esa no sea hoy la postura oficial de Estados Unidos no debe ser un impedimento. Después de todo, como concluye la profesora Vélez en su libro, "estas relaciones exteriores, en gran medida secretas, afirman la visión de mundo de la élite muñocista del gobierno de Puerto Rico, que respondía a sus propios intereses y orientaciones políticas, no a la política exterior estadounidense." Ajustemos esa cita al momento presente y ahí estará la agenda.

Muchas gracias.
" (Termina el Escrito)

Nota: Este mensaje de correo electrónico fue enviado a ramonluisvazquez@yahoo.com, por anibal@acevedovila.net.