sábado, 7 de agosto de 2010

ANDRÉS PASCUAL: ¡OYE, LA SORPRESA HACE RATO ES QUE GANE CASTRO!


ANDRÉS PASCUAL: ¡OYE, LA SORPRESA HACE RATO ES QUE GANE CASTRO!


USA, 7 de agosto de 2010. A la crónica deportiva del castrocomunismo la ha identificado durante 50 años la mas absoluta falta de pudor para mentir, confundir y tergiversar.

Esa no es la crónica del sector mas conocido por la población; sino una mas que se ocupa de politizar cada dos palabras cualquier evento que cubra por la vía de la descripción y el comentario; es, a fin de cuentas, una extensión del DOR (Departamento de Orientación Revolucionaria) del Buro Político del Comité Central del Partido imponiendo lo que se debe leer o escuchar de acuerdo a la posición castrista en el asunto. A fin de cuentas, otro arma ideológica.

La prensa castrocomunista lleva 48 años sin reconocer el esfuerzo del contrario que ha derrotado a sus equipos de profesionales de estado; sin aplaudir, en el mejor carácter deportivita del pueblo cubano tradicional, la hazana de un solo día que, cuando se logro contra aquellos equipos verdaderamente dignos del nombre de Cuba, era épica y trascendental, cuyo antecedente magnifico fue el paseo en los hombros del fanático humillado aquella tarde del Chino Canónico por todo el estadio; después que con su soberbia demostración derroto al Premier y al que si era el mejor equipo aficionado de pelota del mundo.

La prensa de la Republica destaco con letras de oro la victoria de Venezuela sin pretender opacar en nada tamaña actuación cuando se pudo comentar del error garrafal de Segundo Rodríguez en el jardín central; pero eso no era ético para una prensa libre, conocedora, legitima, profesional y acostumbrada a comentar sobre la victoria nacional cosuetudinariamente; después escribieron igual cuando Petaca Rodríguez le gano a Cuba; o cuando lo hizo el mejicano Nicolás Genestas.

Hoy el publico de Cuba no haría igual que en La Tropical en 1941; porque esta envenenado y no entiende como se reacciona sanamente ante el fracaso deportivo: entre las consignas “del mejor béisbol del mundo” y “las Grandes Ligas son un mito”, se pasea el fantasma de lo que fue el deporte nacional cubano, cuando ganar era sistemático y el poderío criollo reconocido por todo el área en cualquier nivel.

Viciosamente, las derrotas castrocomunista siempre han tenido una justificación de malos perdedores que lo mismo se las achacaban a un error estratégico del mentor, que a una decisión en contra de un arbitro proyanqui, que a la Enmienda Platt. Sin embargo, la explosión de la bomba de tiempo ha despertado a todo el mundo sorpresivamente y en medio de las mas disímiles, poco realistas y ridículas justificaciones, se evade llegar al objetivo que origina el desmoronamiento de aquel béisbol, buscando en el fondo de un abismo la respuesta que tienen ante sus narices.

El fanático cubano de hoy, que lo es acaso como nunca por la combinación de la influencia política en mayor grado que por el disfrute o el sufrimiento en el terreno, ha sido la victima con total voluntad de la propaganda triunfalista del desgobierno dictatorial, prefabricada en las oficinas políticas de alto nivel del régimen y ejecutadas desde las del par de libelos que desinforman a la población con un grupo renovable de plumíferos incompetentes para hacer la profesión interesante y digna como debería.

La mitad práctica del fanatismo ciego que cunde hoy en Cuba se debe a Eddy Martín, a Elio Menéndez, a Iván López, a Raúl Arce, a Sifredo Barros, a Roberto Pacheco, a Héctor Rodríguez y a un interesante y largo etcétera. La otra, al Castro que, con vacías, altisonantes y rebuscadas metáforas en función del lenguaje belicista, arengaba al pueblo sobre la imposibilidad de la derrota comunista en la arena deportiva, “porque somos un pueblo superior”, dicho en la forma mas vergonzosamente ridícula concebible para quien se pretendía considerar estadista de alto perfil.

Ya no es noticia una derrota cubana en el béisbol, pierden en cualquier categoría; el pronostico desde 1961, propuesto a cumplirse a largo plazo, se hizo realidad: ni Cuba es un semillero de jugadores; porque desapareció la cantera al imponerle al pueblo el balompié y por la perdida de interés en un deporte que no produce resultados materiales para una población ávida de comodidades que tampoco entendió como debió lo que se le dijo tergiversadamente por los resultados en el terreno.

Sigfredo Barros escribió sobre los Juegos Universitarios Mundiales, acaso como ultima estocada de perdedor y a traición: “El agua tomo su nivel”, porque la novena castrista de jugadores del equipo grande, de los que ninguno ha de estudiar, discutió el oro con unos americanos que no acostumbran al fraude sus instituciones por lo que son verdaderos colegiales de universidades.

En el material se relame de los abultados números del equipo del tirano y de “lo buenos” que son los de los jóvenes estadounidenses, con intención de levantar la moral popular y presentar ese torneito como una gran cosa. Es la más absoluta falta de deportivismo y vergüenza posible; pero, como se sabe, también es el sello de garantía, la identificación de esa prensa corrupta y perdedora como el sistema al cual se le arrastra.

Sifredo Barros debería estar consciente de que hoy y por el resto del tiempo que dure el castrocomunismo en la Isla, la rutina es la derrota del equipo del dictador, que el nivel de las aguas solo esta acondicionado a la humillación de una novena que, como el pueblo de Cuba, es la mas absoluta cara compugida en la soledad del perdedor irremediable.

Por Andrés Pascual Cronista Deportivo Cubano y Ex Prisionero Político