USA, 10 de septiembre de 2010. Hace dos años que algunos “intelectuales” como Antón Arrufat y Pablo Armando Fernández pusieron el grito en el cielo; porque presentaron en un programa de televisión a Jorge Serguera y a Luis Pavón Tamayo, ex director del ICRT el primero y ex principal figura del Consejo Nacional de Cultura el otro con rango de ministros ambos.
De inmediato la carta a “la instancia obligatoria” con la queja hecha pregunta de “¿Cómo es posible eso?” Porque, para andar por las ramas esos intelectuales que se llaman a si mismos “incondicionales de Fidel y de la Revolución…” Y como que ninguno es de raigambre martiana ni intelectual ni políticamente, pues, la raíz del problema mejor dejarla a buen recaudo a ver si esa suplica que quisieron mostrar como queja “le ablandaba el corazón al verdadero y único responsable” y no había regreso a la penumbra…
A Serguera y a Pavón los relacionan y responsabilizan con el “quinquenio gris” desarrollado dentro de aquellos casi ministerios; reciben acusaciones como represoras directas de figuras artísticas y del arte en si. Como si en Cuba cualquier dirigente pudiera actuar libremente, aunque sea “matar gusanos” mas allá que el tirano; pero mejor descargar la ira contra los que no pueden tomar medidas “administrativas” ya, que los defenestraron desde aquel momento; pero que, a pesar de todo, los asustaron por televisión: “fuera de sus tumbas”…
Serguera y Pavón reprimieron verdaderamente; pero bajo el programa de tratamiento cultural castro-estalinista que se aplica en Cuba: mordaza absoluta, censura férrea y cárcel si se necesita un escarmiento general en el sector que, en realidad, es “meterle miedo al grupo sacando a uno o mas de circulación” como le ocurrió a José Lorenzo Fuentes, al que acusaron de “espia” y lo relacionaron con los acontecimientos de la embajada mejicana a finales de los 60’s; el caso Padilla, como el de Fuentes, eran muestras de que las acusaciones fabricadas no podían ser de ellos, sino que estaban en la instancia “superior”, yo diría la máxima, de la tiranía. Ahora, Pavón y Serguera eran capaces de matar con sus manos, que no por gusto el del ICRT fue Inquisidor durante su etapa como fiscal de los llamados Tribunales Revolucionarios.
Cuando el propio Pablo Armando y Arrúfate fueron separados de sus puestos de trabajo e impedidos de escribir ni su nombre en el libro de entrada o de salida de sus nuevos empleos como “mozos de limpieza” en la biblioteca de Marianao o en la Nacional, con seguridad que no pensaron que Pavón ni Serguera tuvieran relación con eso…pero tampoco hablaron; ni tuvieron el valor, nunca lo han tenido, de escribir una novela y solicitarle a Ricardo Boffill, como hizo José Lorenzo, que la presentara como suya a una editorial extranjera con total liquidez de ganancias para “el padre biológico de la criatura”; a quien llevaron a la televisión castrista para que acusara de plagiador a Ricardo y no lo lograron, porque Fuentes no lo acuso.
A Pablo Armando Fernández y a Antón Arrúfate los reprimieron por homosexuales, que lo son de verdad, porque hubo una época, que nunca terminara en Cuba bajo el castrocomunismo, a pesar de Mariela Castro, en la cual las visiones de fantasmas de la CIA reclutando gente puede alcanzar la paranoia para algunos y los homosexuales, por su tendencia y facilidades a hacer “amistades peligrosas extranjeras” son pan caliente para la tirania “por si…” Claro, en el caso de estos escritores, que ocuparon asientos cuando lo de las “Palabras a los intelectuales” en la Biblioteca Nacional y escucharon en directo del satrapa la consigna estalinista que impuso absolutamente el arte corrupto, cobarde y oportunista como panfleto partidista de “…dentro de la Revolución todo; fuera de la Revolución nada…” Padilla y ciertos intelectuales como Vargas Llosa y Octavio Paz “les dieron de refilón”. Sin embargo, al homosexual y, en menor grado a las lesbianas, desde 1961, se le vigila, persigue, reprime, encarcela y hasta asesina bajo sospecha de contrarrevolución o de “gusano porque participe poco en las tareas encomendadas”, lo de gay es relativo y complementario en el 95 % de los casos.
¿Cual es la razon para que, con Castro allí, artífice omnipotente de todos los problemas, no de Pablo Armando Fernández o Antón Arrufat; sino de la republica durante 50 anos, se hubiera producido semejante susto? ¿Qué cambio en Cuba después de Pavón y Serguera en cuanto a la violación sistemática de los derechos humanos como para que dejaran de temblar estos espadones de basura?
Ya Castro se levanto, alguien le saco la estaca del pecho como al vampiro que es; habla de la guerra nuclear; de convocar a la Asamblea y de la pronta e inminente liberación de los espías que están presos aquí y que parece que Obama se los va a dar por la seguridad con que lo dijo; aunque estén sancionados, que a ningún presidente demócrata le ha importado nunca violar la ley o modificarla cuando de beneficiar a Castro sea; sencillamente, movió sus controles liberales en la Casa Blanca…y fuera de esta. Lo peor, revivió el fantasma de 1961 en la Biblioteca Nacional, porque su reunión fue con intelectuales…menudo presagio. A su lado, Silvio y Amaury Pérez tal vez representen “otro periodo extraño de consecuencias imprevisibles”. A fin de cuentas, es el Caballero de las Tinieblas de la reacción de nuevo-viejo tipo.
Como que dentro de los grupos de presos de la década los hay periodistas y escritores, yo no dudo que algunas medidas contra la intelectualidad reboten en zona “fair”; a pesar de que se ha visto a Pablo Armando representando a Castro y sus letras en “el extranjero”; porque allí no hay cambios, no habrá nunca con esa gente y, si algo se sabe, es que el dictador aplica la fuerza bruta y espera para que, como el golpe, “se baje la hinchazón y se alivie el dolor” con ayuda de analgésicos que son sus amigos incondicionales en España, en los propios Estados Unidos y, por que no, en el Vaticano.
Por Andrés Pascual Cronista Deportivo Cubano y Ex Prisionero Político
Nota: No nos hacemos responsables y tampoco compartimos con algunos argumentos de este escrito. Se publica en Honor a la Libertad de Prensa que los Países Fascistas no tienen.